Mitos y carreras con leyenda
El Día de las Montañas se conmemora este domingo 11 de diciembre con la Cultura y la Espiritualidad como temática. Muchas son las pruebas deportivas que transitan por lugares místicos
“En lo más hondo del Lago, quedó también la campana Bamba, que hasta el final de los tiempos no será salvada. Sólo aquellos que en gracia de Dios se acercan a las aguas en la noche de San Juan han podido volverla a escuchar”. Es el epitacio que anida en muchas de las cabezas de los zamoranos y en especial de los sanabreses. La leyenda del Lago de Sanabria, epicentro de la carrera que se celebrará el primer domingo de julio en 2017, es una de las más conocidas de la geografía castellano y leonesa.
Este domingo 11 de diciembre se celebra el Día Internacional de las Montañas, en este 2016, dedicado a la Cultura y a la Espiritualidad, con todo ese folclore cultural que rodea a las cumbres castellanos y leonesas y a los espacios naturales en las que están inmersas.
La Carrera por Montaña de Sanabria, el K-22 Peñalara, Villalfeide-Polvoreda o Tres Valles, en la Sierra de Francia, son algunas de las citas de la geografía autonómica en las que el misticismo sobresale en cada piedra del camino. También hay otras leyendas en pruebas ‘amigas’ y muy cercanas, en las que ninfas, damas encantadas y genios acuáticos poblan las aguas del Jerte en la conocida Garganta de los Infiernos; o en la que la famosa Cruz de Don Pelayo cuelga del Puente Romano de Cangas de Onís, en la Kangas Mountain.
Carrera por Montaña Sanabria y la Leyenda del Lago
Carrera por Montaña de Sanabria. /TRAILCYL
La prueba sanabresa bordea el Lago de Sanabria, uno de los espacios naturales más reconocidos de Castilla y León. En una historia que guarda ciertas similitudes con la conocida catástrofe de Ribadelago y la rotura de la presa de Vega de Tera, que el 9 de enero de 1959 inundó y arrasó el pueblo, encontramos la villa de Lucerna.
Localidad orgullosa, dada la riqueza natural que la rodeaba, vivió la visita una noche de un romero, que ataviado con ropajes pobres -ni de lejos vestía de Salomon o La Sportiva-, pidió asilo sin suerte en todas las casas del pueblo. El frío y el temporal apenas dejaban avanzar al peregrino por las calles, hasta que llegó a la última villa, en un alto, en la que una pareja no dudó en darle cobijo.
“Pasad, pasad, buen peregrino. Aunque somos pobres en tierra de ricos, compartid con nosotros siquiera un vino”. Eran los dueños un matrimonio ya viejo y en sus prendas se veían las penurias que sufrían. “Pobres sois, buenos abuelos, pero en vuestro pecho el corazón sincero tié más valor que el dinero”. “Habéis de partir ahora y no paréis hasta más allá del alto la Viquiella. Está viniendo una gran agua que se ha de llevar esta tierra.”
Y apenas pasada la medianoche le vieron bajar hacia las piedras que del Borrego llamaban y junto a las rocas se detuvo y miró en torno suyo con gesto fiero: “Aquí clavo mi bordón, aquí nazca un gargallón”. Fue en ese momento que de las rocas donde clavó el bastón brotó el agua para provocar la caída de Lucerna y el origen del Lago de Sanabria.
Sin embargo, la leyenda no termina ahí, y es que existen más similitudes con la catástrofe de Ribadelago, ya que cuenta la historia que antiguos pobladores de Lucerna quisieron recuperar las campanas de la iglesia, sepultada también por el agua, pero perecieron en el intento y que allí, “en lo más hondo del Lago, quedó también la campana Bamba, que hasta el final de los tiempos no será salvada. Sólo aquellos que en gracia de Dios se acercan a las aguas en la noche de San Juan han podido volverla a escuchar”. Un párrafo que recuerda mucho a Ribadelago y a esa creencia extendida entre los sanabreses de que en las noches de San Juan hay quienes aseguran que bajo las aguas del Lago todavía puede escucharse el lastimero repicar de unas campanas tocando a difunto…
La Cueva del Monje, nigromantes y el K-22 Peñalara
Cueva del Monje. / SENDERISMO MADRID
El K-22 Peñalara es otra de las carreras que se encuadran en la sierra de Guadarrama, área montañosa del Sistema Central, poblada de leyendas, cuentos y folclore, tanto en su vertiente madrileña, como en la segoviana. La carrera del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso, pese a las modificaciones que ha vivido, se ha desarrollado o se desarrolla en zonas como el valle de Valsaín.
En este valle existe un apilamiento de rocas, La Cueva del Monje, que hizo pensar en tiempos que se trataba de un dolmen, pero se trata de una formación natural, que da nombre al techo de la Sierra, Peñalara (2.130 m), la Peña del Ara, en alusión a la singular cueva.
Una leyenda habla de un tal Segura, vecino de Valsaín, que vendió su alma al diablo y, arrepentido de esta acción, se retiró a la referida cueva, para hacer vida de penitencia y oración, pero según dicen su alma todavía vaga por estos parajes…
Otra leyenda cuenta que el senescal templario Hugo de Marignac, tras apropiarse de los tesoros de la Orden, se enamoro de una condesa que residía en el Palacio de Valsaín. Al no verse correspondido, buscó la ayuda de un nigromante que celebraba ceremonias en la citada Cueva del Monje y pactó con él que le revelaría el secreto de donde se encontraba el tesoro, si a cambio el brujo facilitaba sus amorios con la condesa.
La cosa no debió acabar bien, ya que el caballero dio muerte al hechicero y desapareció. Desde entonces en noches señaladas, cabalga en su corcel fantasmal por el valle.
El nudismo batueco de Tres Valles
Tres Valles en Batuecas. / SOLETE CASADO
La Sierra de Francia y su corazón, el valle de Las Batuecas, son el escenario de la exitosa Tres Valles. La carrera, con salida y llegada en La Alberca salmantina, está rodeada de leyendas y cuentas con referencias históricas de conocidos escritores como Lope de Vega o Montesquieu.
Al margen de todas las referencias marianas que rodean al Santuario de la Virgen de la Peña de Francia, el ilustrado francés aseveraba en sus Cartas Persas (1721) que los españoles “han hecho hallazgos inmensos en el Nuevo Mundo y no conocen todavía su propio continente: existe sobre sus ríos tal puente que no ha sido aún descubierto, y en sus montañas, naciones que les son ignotas”.
Lo decía porque, hacía poco más de un siglo, en 1598, los padres carmelitas, buscando un lugar a propósito para fundar un convento, habían dado con un valle “a la caída de la altísima sierra que llaman de la Peña de Francia “, por el cual “bajaba un arroyo muy agradable y abundante al que por el sitio se conocía como el río Batuecas” (Reforma de los Descalzos de Nuestra Señora del Carmen, 1683 recogido por EL PAÍS).
En La Alberca y otros pueblos del contorno se rumoreaba que aquel sitio era “habitación de salvajes y gente no conocida en muchos siglos, oída ni vista de nadie, de lengua y usos diferentes de los nuestros, que veneraban al demonio, que andaban desnudos, que pensaban ser solos en el mundo porque nunca habían salido de aquellos claustros”.
Fue Lope de Vega, quien al poco del establecimiento de los carmelitas estrenó ‘Las Batuecas del duque de Alba’ (1604), una obra -no muy querida en la zona- en la que aquellos precursores del nudismo resultaban ser tataranietos de los godos y que una vez descubiertos, rendían pleitesía al duque, que en teoría era el señor de estos territorios.
La comedia gustó, y este recóndito valle de la salmantina sierra de Francia fue considerado un lugar aislado y feliz y frecuentado a partir de entonces en sus escritos por autores tan dispares como Feijoo, la condesa de Genlis, Ponz, Larra, George Borrow, Hartzenbusch, Unamuno… y desde hace poco más de dos años por cientos de corredores que buscan sumergirse en el misticismo que rodea a Batuecas y su #magnetotermia.
La Cueva del Moruquín en el Pico Polvoreda
Cueva del Moruquín. / FORO PICOS DE EUROPA
La Carrera por Montaña Villalfeide-Polvoreda es unas de las citas obligadas del calendario. La prueba leonesa, en las inmediaciones de zonas de peregrinaje como las Hoces de Vegacervera y con todo ese halo de misterio que rodea el enclave geológico de la zona, también cuenta con leyendas en su entorno.
En las inmediaciones del Polvoreda (Pico Correcillas, para algunos) se encuentra la Cueva del Moruquín (subiendo a la Collada del Marqués), que es un gran esófago que se traga toda el agua de la cuenca del alto puerto y la hace caer al pozo del Infierno de las Hoces de Vegacervera -uno de los enclaves más misterioso del laberinto de grutas y galerías-.
En las cercanías, hay una fontana que llaman de San Froilán. Tiene una curiosidad muy característica; es muy fría y brota en una concavidad que se asemeja al brusco de un caballo, “marcando tafilete y freno de la cabezada y un poco atrás las rodilleras del caballo”, como describe El Reino Olvidado. La leyenda dice que la hizo brotar San Froilán presionando con el brusco de su caballo arrodillado.
Otra historia sostiene que subiendo de Rodillazo a la Collada del Marqués, se encuentra enterrado el tesoro de San Froilán, un mito que no es de extrañar que le sirviera de excusa a algunos de los corredores de la prueba de Villalfeide, para hacer una parada y probar suerte como cazadores de oro.
Fuentes bibliográficas (Sanabría y Carballeda 100% natural; El Reino Olvidado; Leyendas de montaña; La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real)