
Los kilómetros del buho
Una corredora en la contrarreloj nocturna de Arribes Ocultos. ARTE DEPORTIVO
El reloj no había llegado aún a las 20:00 horas y el sol ya hacía unos minutos que nos había regalado uno de los atardeceres más espectaculares que recuerdo (podría hablar del de Roque Nublo, del de Suarías o el refugio de Collado Jermoso, en Picos de Europa… De los que regala el Balcón de Sanabria con el sol reflejado a duras penas en el Lago).
La luz solo iluminaba ya la orilla del Duero correspondiente a Portugal, y Arribes Ocultos, la carrera del Parque Natural Arribes del Duero, estaba a punto de lanzar a los primeros corredores en el estreno de su contrarreloj nocturna.
Este tipo de pruebas están rodeadas de un halo mágico. Desprenden una estela de leyenda detrás de cada árbol y, en el caso de Arribes, también a sendas -que no senderos- recuperadas para el trail running, después de casi medio siglo desde que contrabandistas y carabineros -llámense estos guardias civiles o ‘guardinhas’, en el caso portugués- jugasen a su particular ‘gato y ratón’ entre los cañones de los dos países.
Los corredores, cual contrabandistas descendieron hasta el meandro del Duero, sin carabineros en su búsqueda, pero sí con el reloj como enemigo
Contrarreloj nocturna de Arribes Ocultos. DELA FOTO
Con el ‘canto’ de un buho de fondo y el eco de la pared de roca, los corredores se sumergieron, primero en un descenso trepidante hasta prácticamente la orilla del río, para después emprender una subida, cual gato montés, de regreso a Pinilla de Fermoselle, esa localidad que se erigía en centro de intercambios, a veces de café, otras de tabaco…
Los corredores, cual furtivos descendieron como lo hacían estos, hasta el meandro del Duero, sin carabineros en su búsqueda, pero sí con el reloj como enemigo. Sin cajas o paquetes que intercambiar, pero con el peso de una jornada dominical con la que no cargar en exceso unas piernas ávidas de nuevas aventuras, esta desconocida y sorprendente, que contar o repetir próximamente.
Y en el ascenso, con la luz de la luna -casi llena- y el sonido de la noche, momento para completar los cuatro kilómetros del recorrido a la espera de encontrarse con los ‘guardinhas’ y cruzar la meta con ganas de ‘trocar’ una experiencia única que recordar hoy con anhelo de ser contrabandista o carabinero, pero siempre con los kilómetros de Arribes de frente.
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