
La Transfronteriza de la España Vaciada
Transfronteriza. ARTE DEPORTIVO
A Rubén, de Madrid, de Lavapies, que corrió su primera carrera por 100 de las antiguas pesetas, el Valle de los Infiernos -que nace del arroyo del mismo nombre- le despertó el interés por una zona olvidada, en esas tierras por las que hace ya algún milenio Viriato andaba a capotazos con las legiones del César.
Eran otros tiempos, en los que Lusitania era de esas regiones codiciadas por los conquistadores, muy alejados de una actualidad en la que los ciervos y los lobos son los más activos en la defensa del territorio del antiguo caudillo íbero.
Sin embargo, por esas carreteras por las casi que casi se implora Internet o una mejora de asfaltado, existe una fecha al año que va camino, no de realzar un pasado más o menos glorioso, sino de reclamar un futuro más esperanzador.
Ese soplo de aire fresco -aunque en la Sierra de la Culebra, el Parque Natural de Montesinho o los Tras-os-Montes el aire sea la última de las preocupaciones-, tiene el nombre de la Transfronteriza, una prueba deportiva, en la que su apellido de Campeonato Ibérico de Trail Running sea casi lo de menos.
Españoles y portugueses se unen en la frontera entre ambos países, a la altura de uno de los pueblos más curiosos de la Península. Al madrileño Rubén o a Jorge, de la gallega Narón; incluso al cordobés Joaquín, les llamó la atención Rio de Onor, una freguesía portuguesa que hasta hace unos años, antes de la Unión Europea y del adiós de las fronteras, dividía por una cadena su lado portugués de Rihonor de Castilla, su prolongación española, en una característica que la hacía única.
Riomanzanas (28 habitantes), Villarino (16 habitantes) o Santa Cruz de los Cuérragos (11 habitantes) son algunos de los pueblos que se ‘llenan’ de vida
Fiel a este cariz de unión, este enclave luso, a caballo entre Braganza y Zamora, promulga la unión de dos países a través del deporte. Son las zapatillas y los dorsales la mejor excusa para llenar unos pueblos que se desangran a marchas forzadas y que durante unos días recuperan parte de su esplendor. Se engalanan para que sus casas rurales, sus establecimientos, sus zonas visitables… reluzcan para dejar un recuerdo imperecedero en sus improvisados inquilinos.
Más de medio millar de corredores -además de sus respectivas parejas, acompañantes y familias-, recuperan el latido del ya denominado como territorio Transfronteriza. Riomanzanas (28 habitantes), Villarino de Manzanas (16 habitantes) o Santa Cruz de los Cuérragos (11 habitantes) reflejan a la perfección esa España Vaciada que encuentra en el turismo deportivo un nuevo aliado.
“¿Y el valle de los infiernos?” Sí Rubén, es una de esas joyas de Santa Cruz, uno de estos pequeños pueblecitos, que acoge una de las salidas de la carrera con más de doscientos participantes… Improvisados visitantes de ‘camisola’ y zapatillas que llenan de vida alguno de nuestros pequeños paraísos olvidados.