El Kilian más humano en el estreno de ‘Path to Everest’
La última película del catalán cierra el proyecto ‘Summits of my life’ y demuestra la evolución de Jornet, centrado en un inicio en la lucha contra el cronómetro hasta el final, con su doble ascenso al Everest, más centrado en la experiencia vital y en seguir los pasos de los grandes alpinistas. “Esta aventura me ha abierto nuevas puertas, me ha hecho soñar más”
Kilian Jornet, en el estreno de ‘Path to Everest’ en Madrid. / TRAILCYL
“Es autodestructivo”. “Será el alpinista de la próxima década… Si sigue entre nosotros”. “La manera de salir de mi tristeza era durante los entrenamientos poniéndome en situaciones que me acercaban a la muerte”. Son algunas de las frases de Nùria Burgada, de Sébastien Montaz, incluso del propio Kilian Jornet en ’Path to Everest’. Unas palabras que evidencian un viaje al interior más profundo de Jornet en su última película.
El film, estrenado en Callao, uno de esos lugares que transmiten aroma a gran pantalla y arte -en este caso deportivo- tiene como hilo argumental el último reto del proyecto ‘Summits of my life’ de Jornet, con el doble ascenso al Everest en la primavera de 2017. “Es un proyecto que acaba bien porque me ha abierto puertas y me ha hecho soñar de nuevo… Los ‘Summits’ me han hecho ver que nada es imposible, y eso es precioso”, concluye el catalán en una cinta de una hora y veinte minutos en la que quizá el espectador ver la parte más personal del deportista.
Con la ayuda de su madre, Nùria; y la de su primer técnico, Jordi Canals, el televidente viaja primero a la niñez de Kilian para darse cuenta de que su preparación para el techo del mundo comenzó desde bien prontito, desde el mismo momento en el que cogía el libro del gigante nepalí de las estanterías de su madre. “Se habla de mi preparación para este reto… Creo que es el fruto de mi entrenamiento desde los tres años”, confiesa.
El hilo argumental, llevado con maestría por Josep Serra Mateu, prosigue con un Kilian adolescente al que su hiperactividad lleva a su madre a buscarle acomodo en el Centro de Tecnificación de Esquí de Montaña de Cataluña con 13 años, “en un momento donde la situación ya era insostenible”. El deportista encuentra su sitio, encuentra “el equilibrio”, una palabra a la que su progenitora alude en varias ocasiones, por ejemplo tras la pérdida de Stéphane Brosse, compañero durante una travesía en el Mont Blanc, en pleno comienzo de ‘Summits of my life’.
Es uno de los momentos más duros de la nueva cinta de Jornet. Admite que llega a caer en el alcohol, que lleva sus entrenamientos al límite… “La manera de salir de mi tristeza era durante los entrenamientos poniéndome en situaciones que me acercaban a la muerte”.
La evolución y el Kilian más familiar en Noruega
Kilian Jornet, durante su adolescencia. / TRAILCYL
La primera parte del audiovisual que completa ‘A fine line’, ‘Déjame vivir’ y el documental con Emelie Forsberg -su pareja- ‘Testing Ourselves’, se cierra con un viaje a Noruega, a Romsdal, el pueblecito donde el catalán vive con Forsberg.
En este punto, se ve otro aspecto de la vida del deportista, de cortador de leña o pintor de paredes, mientras en el aire sobrevuela la próxima expedición al Everest, el verdadero motivo de la película. Comienzan a verse las inquietudes de la atleta sueca, a la que no le hace demasiada gracia el inminente reto de Kilian. Incluso el film incluye imágenes de ‘Testing Ourselves’ y esa aclimatación express de ambos deportistas en el Cho Oyu con vistas al propio Everest.
En esta parte también, el director muestra ‘las caídas’ de Jornet. Su abandono en Cavalls del Vent, en 2011, donde el deportista llega a admitir que odia su figura, su nombre y todo lo que representa, fruto de la presión; o de cómo en 2006, tras sentirse “en su momento más fuerte”, se sobrepone a una lesión en la rótula y un diagnóstico que asegura que no volverá a ser deportista de élite.
Todo ello para llegar a cómo se frustran sus planes del Everest en el otoño de 2016, o los primeros condicionantes de su doble ascenso al gigante terráqueo de 8.848 metros.
(Más en TrailCyL-YOUTUBE)
Messner, Habeler y un proyecto “claramente mejorable”
Kilian Jornet, en la cumbre del Everest. / TRAILCYL
El doble ascenso al Everest en mayo de 2017 comienza con Kilian renunciando a la cima del Everest, a menos de 500 metros de esta. “Se ve muy cerca, pero es un poco tarde, 14:15 horas”, afirma, antes de aludir a las promesas de “cordura” a Emelie, y, al estilo de Carlos Soria, emprende el viaje de vuelta al campo base.
Antes de esto, también tiene unas palabras para la figura de Ueli Steck, y recuerda como su trágico fallecimiento en el Himalaya condicionó su ‘Summit’, una realidad que ya plasmó en la entrevista en ingrÁvidos tras su participación en el Ultra Pirineu del pasado año. “Las cosas que hacía Ueli eran de una inspiración brutal, me daba mucha energía. Teníamos la misma idea de hacer montaña y de hacer actividad”, afirma.
El accidente de ‘la máquina suiza’ condicionó tanto a Kilian en su asalto al Everest que el catalán admite que cambia sus planes y renuncia a subir por la cara noroeste. “No estaba cómodo. Me dije: ¿qué estás haciendo? Vayamos por la vía normal, vayamos tranquilos… Eso sí, el año anterior no hubiese visto esas condiciones. Habría dicho no está tan mal y habría intentado subir”, añade.
A partir de aquí, Kilian relata, -‘gopro en el cuerpo- su doble ascenso. Las horas en vilo que mantuvo a sus acompañantes. Se ve a una Emelie desesperada por la falta de noticias, o cómo sus más allegados preguntan a todos los expedicionarios sobre los pasos de Jornet en su ascenso y descenso. En ambas ocasiones, el catalán llega de noche cerrada al ‘techo’. El protagonista alude a sus problemas de estómago en el primer ascenso y cómo pasa de las 18 horas que tenía en un primer momento previstas para el reto a las 26 con las que lo termina.
Sébastien alude a como “el tiempo se comprime con Kilian”. El francés, compañero de fatigas del catalán, le señala tras verle regresar del segundo récord como puede convertirse “en el gran himalayista de la década de 2020”. Eso sí, añade, “si sigue entre nosotros”. Una sentencia que también invita a la reflexión al espectador y al significado de “hombre libre”, al que alude el fallecido Stéphane Brosse, en una proyección en la que la muerte quizá está más presente que nunca en el universo Kilian.
Durante toda la película, Reinhold Messner aparece como ‘estrella’ invitada, en una forma de establecer un nuevo puente entre el alpinismo y el trail running, la escalada en velocidad, el estilo minimalista de Kilian… -pongan el paralelismo que quieran-. El ‘padre’ del Everest adquiere un papel de juez, crítico, incluso llega a ser mordaz con el papel y los retos de Jornet. “Tendré en cuenta sus retos en el momento que deje de cronometrar todo”, sentencia el alpinista italiano, mientras que su compañero de cordada en aquel primer ascenso al Everest sin oxígeno en 1978, el austriaco Peter Habeler, señala como el alpinista busca “la ruta más difícil, pero no hacerla a toda velocidad”.
Es precisamente esta afirmación con la que quizá Kilian reflexione… Él mismo señala esa evolución, de tiempo en mano, para disfrutar de otra manera en sus últimos ‘summits’. Incluso ‘Path to Everest’ concluye y a modo de ‘posdata’ con una serie de reflexiones jocosas -y quizá no tan jocosas- por parte de Sébastian Montaz en el que recuerda a Jornet que sus retos son “francamente mejorables”. “En el Everest lo que has hecho es nulo. En los dos ascensos no has calculado bien el momento de salida, así que has llegado de noche y no me has traído ni una imagen para la película”, concluye a modo de broma, pero con una afirmación que también certifica que los tiempos han cambiado para Kilian. Quizá los récords quedaron atrás. Es tiempo de soñar.